El estado de conservación del patrimonio inmueble en el Perú es en su mayoría malo o muy malo. Esto es absolutamente lamentable, pues existe una gran cantidad de edificios declarados monumento y muchos otros que tienen valor monumental. Aunque hoy en día se evidencia una mayor preocupación sobre el tema de parte de profesionales y ciudadanos, no se puede decir que se ha hecho un gran avance.
En la actualidad, han surgido una buena cantidad de colectivos, grupos, talleres y cursos universitarios que fomentan la preocupación sobre el patrimonio. Muchos de ellos, además, realizan actividades que logran aportar a la conservación y restauración de bienes patrimoniales. Sin embargo, en el Perú existen muchos problemas que van en contra de la corriente de la conservación de tan preciado legado arquitectónico y del patrimonio en general.
En el caso del patrimonio arquitectónico, uno de los mayores problemas se halla en sus habitantes. Si bien algunos inmuebles son propiedad del estado, la iglesia católica o de empresas privadas, el mayor porcentaje de edificaciones pertenece a personas naturales. Los dueños o inquilinos que residen en monumentos, no siempre tienen conocimiento del valor del edificio. Al no tener conocimiento del valor del lugar que habitan, no lo cuidan; o simplemente no tienen los suficientes recursos económicos para mantenerlos en buen estado. A esto se suma la situación de pobreza en el Perú, que obliga a muchas personas a invadir edificios abandonados, que a veces son también patrimonio. Por estos motivos, se encuentran muchos edificios tugurizados, con estructuras debilitadas, arquitectura dañada y además, en riesgo de colapso.
Pero los moradores de monumentos no son los únicos que deterioran su estado de conservación, sino que peor aún, es el caso de los negocios y talleres que funcionan en estas edificaciones. Un caso terrible es el del centro histórico de Lima. Existen zonas y calles completas en donde se desarrollan usos dañinos al patrimonio. Por ejemplo, se encuentran algunas calles llenas de negocios de imprentas; otras, con talleres de zapatería y prendas de vestir; y muchas viviendas se utilizan como depósitos y almacenes de productos que se venden en los mercados de la zona. Estos usos son nocivos para la conservación de este centro histórico, pues utilizan máquinas que emiten vibraciones a los materiales de los inmuebles (la gran mayoría de adobe y quincha) y se realizan procesos químicos que afectan las superficies de los acabados. A esto se suma el paso de vehículos de tránsito pesado que deterioran la estructura de los enlucidos de fachadas y debilitan lentamente los muros.
Por otro lado, la arquitectura religiosa también se ve afectada, por la falta de mantenimiento, en la mayoría de casos. Los grandes conventos y monasterios ubicados en diversas ciudades peruanas, están en las manos de las diversas órdenes religiosas que velan por su bienestar. No obstante, se puede notar una gran diferencia entre aquellos que abren sus puertas permitiendo otros usos y los que no. Los monasterios de clausura, casi nunca permiten el acceso de externos a sus estancias; mientras la mayoría de conventos, abre sus puertas dejando el paso de visitantes a sus interiores, a modo de museos, galerías o simplemente recorriendo sus pasadizos, patios y salones. El simple cambio de uso o el uso compartido de los espacios de los recintos religiosos, marca un punto a favor de la conservación de estos monumentos. No sólo es una manera de mostrar a la población el valor de la obra a través de su interacción, sino que además, estas actividades generan ingresos que pueden ser utilizados para el constante mantenimiento de la edificación.
Un ejemplo de patrimonio arquitectónico religioso en buen estado, es el excepcional caso del monasterio de Santa Catalina en Arequipa. Este monasterio abre sus puertas a los visitantes, los cuáles pueden conocer acerca de la arquitectura e historia del mismo. No es posible recorrer el monasterio completo, pero las partes accesibles se encuentran restauradas y en buen estado de conservación.
Entonces, ¿por qué no se utiliza esta estrategia en todos los monumentos? Parece funcionar bien, pero no siempre es factible. En el caso de complejos religiosos, museos y arquitectura prehispánica se facilita la adaptación a visitas, incluso los cambios de uso. Aunque existe el difícil caso de la clausura en monasterios, que por evidentes razones no están dispuestos a cambiar, pero podrían controlar sus espacios y dejar el paso a la visita de algunas zonas. Al mismo tiempo que existen muchos edificios que son viviendas y la presencia de visitantes sería molesto para sus moradores.
A pesar de estas limitaciones, Sarageldin (2000), explica la relevancia del uso de un edificio que es patrimonio cultural. Explica que la utilización de edificios patrimoniales puede ser adaptada a nuevos usos, teniendo en cuenta los tipos de uso y las personas que los utilizarían. También expone que es sumamente importante la interacción diaria con el patrimonio, pues se genera un sentido de pertenencia en la gente que lo utiliza, lo que le otorgará el valor agregado al edificio histórico.
Aunque la continua interacción sea un beneficio para el patrimonio, también puede llegar a ser un perjuicio (como se mencionó anteriormente en el caso de las viviendas tugurizadas). Por lo que es necesario que esta continua interacción tenga un proceso y una praxis que permita al usuario valorar el edificio mediante el contacto frecuente. Esto último no es fácil de lograr, pues se necesita, en casi todos los casos, de algún tipo de intervención antes de dejar al patrimonio en continuo contacto con el usuario; ya sea para efectuar una restauración o para lograr el cambio de uso. Adicionalmente, se debe acompañar de una buena gestión cultural para evitar daños en los bienes inmuebles y en los bienes muebles que muchas veces los acompañan.
En este caso, se puede nombrar a la casa Riva Agüero como buen ejemplo de cambio de uso acompañado de una gestión cultural que respalda el valor del patrimonio. Esta casa es la sede del Instituto Riva Agüero, de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP); también funcionan museos, biblioteca y archivo del instituto. La casa es recurrida por investigadores, intelectuales, estudiantes y personas en busca de información o simplemente curiosos de la arquitectura.
Por otro lado, se encuentra el Museo Cementerio Presbítero Matías Maestro, que no ha tenido mucho éxito en su conservación al dejar el paso de visitas. Si bien el estado de conservación no es pésimo, no se tiene el mejor cuidado. Las visitas son bastante escasas. Los mausoleos y pabellones están envueltos en capas de pátina cubiertas de suciedad y excremento de animales voladores. El mantenimiento no es el óptimo y hay muchos elementos sueltos que al menor contacto podrían desplomarse. Al parecer ha ayudado la organización de visitas nocturnas, pues el morbo de estar en un cementerio en la noche ha generado la audiencia de curiosos. La ventaja es que en la noche casi no se nota la suciedad que acompaña a los monumentos.
De esta manera, se puede concluir que necesitamos interactuar de manera efectiva con el patrimonio, y esto debe ser acompañado de una buena gestión cultural. Lamentablemente, el estado peruano no se ocupa de estos temas de manera adecuada; siendo el sector privado el que, por lo general, le genera un aporte al patrimonio mediante el buen mantenimiento y el cambio de uso, permitiendo el paso de visitas cotidianas.
¿Qué otro casos buenos y malos de interacción con el patrimonio conoces en tu ciudad?
Bibliografía:
Sarageldin, M. (2000). «Preserving the Historic Urban Fabric in a Context of Fast-Paced Change». Artículo en Values and Heritage Conservation: Research Report. pp. 51-58. Los Angeles: The Getty Conservation Institute.